Y porque una vez fui universitario, hace largos años, por cierto -no me pregunten cuántos-, porque
pasé por la universidad no en búsqueda de un título solamente: porque fui dirigente estudiantil y
porque fui expulsado de la universidad, puedo hablarles a los universitarios a distancia de años; pero
yo sé que ustedes saben que no hay querella de generaciones: hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, y
en éstos me ubico yo.
Hay jóvenes viejos que comprenden que ser universitario, por ejemplo, es un privilegio
extraordinario en la inmensa mayoría de los países de nuestro continente. Esos jóvenes viejos creen
que la universidad se ha levantado como una necesidad para preparar técnicos y que ellos deben
estar satisfechos con adquirir un título profesional. Les da rango social y el arribismo social, caramba,
qué dramáticamente peligroso, les da un instrumento que les permite ganarse la vida en condiciones
de ingresos superiores a la mayoría del resto de los conciudadanos.
Y estos jóvenes viejos, si son arquitectos, por ejemplo, no se preguntan cuántas viviendas faltan en
nuestros países y, a veces, ni en su propio país. Hay estudiantes que con un criterio estrictamente
liberal, hacen de su profesión el medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de
sus propios intereses.
Allá hay muchos médicos -y yo soy médico- que no comprenden o no quieren comprender que la
salud se compra, y que hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden
comprar la salud; que no quieren entender, por ejemplo, que a mayor pobreza mayor enfermedad, y
a mayor enfermedad mayor pobreza y que, por tanto, si bien cumplen atendiendo al enfermo que
demanda sus conocimientos sobre la base de los honorarios, no piensan en que hay miles de
personas que no pueden ir a sus consultorios y son pocos los que luchan porque se estructuren los
organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo
De igual manera que hay maestros que no se inquietan en que haya también cientos y miles de niños
y de jóvenes que no pueden ingresar a las escuelas. Y el panorama de América Latina es un
panorama dramático en las cifras, de su realidad dolorosa.
Yo no le he aceptado jamás a un compañero joven que justifique su fracaso porque tiene que hacer
trabajos políticos: tiene que darse el tiempo necesario para hacer los trabajos políticos, pero primero
están los trabajos obligatorios que debe cumplir como estudiante de la universidad. Ser agitador
universitario y mal estudiante, es fácil; ser dirigente revolucionario y buen estudiante, es más difícil.
pasé por la universidad no en búsqueda de un título solamente: porque fui dirigente estudiantil y
porque fui expulsado de la universidad, puedo hablarles a los universitarios a distancia de años; pero
yo sé que ustedes saben que no hay querella de generaciones: hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, y
en éstos me ubico yo.
Hay jóvenes viejos que comprenden que ser universitario, por ejemplo, es un privilegio
extraordinario en la inmensa mayoría de los países de nuestro continente. Esos jóvenes viejos creen
que la universidad se ha levantado como una necesidad para preparar técnicos y que ellos deben
estar satisfechos con adquirir un título profesional. Les da rango social y el arribismo social, caramba,
qué dramáticamente peligroso, les da un instrumento que les permite ganarse la vida en condiciones
de ingresos superiores a la mayoría del resto de los conciudadanos.
Y estos jóvenes viejos, si son arquitectos, por ejemplo, no se preguntan cuántas viviendas faltan en
nuestros países y, a veces, ni en su propio país. Hay estudiantes que con un criterio estrictamente
liberal, hacen de su profesión el medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de
sus propios intereses.
Allá hay muchos médicos -y yo soy médico- que no comprenden o no quieren comprender que la
salud se compra, y que hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden
comprar la salud; que no quieren entender, por ejemplo, que a mayor pobreza mayor enfermedad, y
a mayor enfermedad mayor pobreza y que, por tanto, si bien cumplen atendiendo al enfermo que
demanda sus conocimientos sobre la base de los honorarios, no piensan en que hay miles de
personas que no pueden ir a sus consultorios y son pocos los que luchan porque se estructuren los
organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo
De igual manera que hay maestros que no se inquietan en que haya también cientos y miles de niños
y de jóvenes que no pueden ingresar a las escuelas. Y el panorama de América Latina es un
panorama dramático en las cifras, de su realidad dolorosa.
Yo no le he aceptado jamás a un compañero joven que justifique su fracaso porque tiene que hacer
trabajos políticos: tiene que darse el tiempo necesario para hacer los trabajos políticos, pero primero
están los trabajos obligatorios que debe cumplir como estudiante de la universidad. Ser agitador
universitario y mal estudiante, es fácil; ser dirigente revolucionario y buen estudiante, es más difícil.
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